Por Martin B. Campos (@martinb.campos), escritor y editor.
Conocí a Villy a través de Kafka. No es que Kafka nos haya presentado, tiene una cobija demasiado pesada como para levantarse. Lo que quiero decir es que Villy dibujó un retrato de Kafka y le puso una frase. La vi y nos pusimos a hablar. Tardé poco en revisar todo el trabajo que había hecho público, y menos en admirarla. Villy vive en Mar del Plata, es diseñadora gráfica e ilustradora. En esta entrevista, ella nos cuenta un poco de su formación y su trabajo.
Martin: ¿Nos contarías un poco de vos, de tu formación, de tus hobbies no artísticos, de tus influencias particulares?
Villy: Dibujo desde siempre, de niños todos dibujamos, y siempre me pareció muy interesante esa cosa tan primitiva e instintiva de ponernos a dibujar en absolutamente cualquier lado y con cualquier cosa como material, sin importarnos el resultado, solamente con esa necesidad de expresarnos. En mi caso nunca paré, y fui autodidacta hasta que estudié Diseño Gráfico ya de grande y conseguí más herramientas. De alguna manera mis hobbies están relacionados con el arte, porque me gusta mucho el cine, leer (de todo) y la música, escucharla y verla en vivo. En cuanto a mis influencias, creo que la más marcada son los cómics. Y de alguna manera fui moldeando mi estilo con agregados como el surrealismo, el collage, la cultura punk y skate. Pero siempre están esas líneas y tramas en alto contraste, ya como un sello.
M: ¿Sentís que hay influencia de la ciudad en la que vivís, en tu obra? ¿Cómo se manifiesta?
V: Siento que en Mar del plata el que busca arte, encuentra. Y cuando hablo de arte en este punto lo digo como todo aquello que se ve y nos atraviesa. Se trata de una ciudad que tiene algo que me resulta muy interesante y es que, a pesar de la metamorfosis del paisaje urbano, hay algo que me recuerda constantemente la continuidad, lo inalterable, aquello que logra traspasar el tiempo y se mantiene y manifiesta según “su estado de ánimo” frente a todo: el mar. Alfonsina Storni lo definía como la “cólera tremenda”. Y yo, así como ella, también sueño ser con mi obra como el mar.
M: ¿Cómo gestionás el hecho de publicar tu trabajo y tener respuesta inmediata? ¿Creés que esa inmediatez es positiva para los artistas, o que es una distracción?
V: Lo que tienen de positivo las redes es justamente esa posibilidad de llegada inmediata y masiva. Si las usás para trabajar, como en mi caso, tenés al alcance gente con la que quizá hace un puñado de años era imposible contactarse. Pero a su vez, esa inmediatez muchas veces se vuelve una exigencia por parte del otro que busca que estés generando contenido de manera constante e igual de inmediata, de manera hasta diaria. Ni hablar en lo que se refiere al arte político o a la actualidad, sucede algo y están esperando que hagas algo inmediatamente con respecto a eso. Y personalmente pienso que si bien a veces uno no puede evitar caer en esa tentación de generar constantemente, es completamente enemiga de la creatividad. El tiempo es enemigo de la creatividad.
M: ¿Qué es para vos la libertad?
V: Voy a citar a Nina Simone y decir que la libertad es “no tener miedo”. El miedo nos paraliza. El miedo a luchar por lo que creemos justo, por la sociedad en la que queremos vivir. El miedo a salir de lo socialmente impuesto, el miedo a romper moldes, el miedo a no reprimir nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, en el arte, en la política, en el amor y en todo. Como existencialista tengo que decir que detrás de todas esas cosas siempre está nuestra decisión, pero cuantos menos condicionamientos, cuantas menos limitaciones, cuantos menos miedos, mayor es esa libertad.
M: ¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?
V: Me gusta mucho el proceso, más que lograr el resultado final. Sentirme inmersa en una búsqueda me encanta. Tengo un cuadro en mi casa que me lo recuerda constantemente: “La obra es sobra del proceso.”
También me gusta que es muy amplio, que lo puedo aplicar a una infinidad de campos, y eso me permite experiencias nuevas y conocer gente diferente todo el tiempo. Dejando de lado las responsabilidades y lo complicado que es vivir de lo que a uno le gusta, en ese aspecto no hay forma de aburrirse.
M: Vemos que el arte político es un tema importante en tu obra. ¿Nos contarías cómo fue el proceso mediante el cuál fuiste sintiendo ese compromiso social?
V: Toda mi generación es hija del 2001, y creo que a muchos se nos despertó el interés político en ese tiempo. Ese despertar, en mi caso, se terminó de consolidar con la Masacre de Avellaneda. Por varios motivos me sentí cercana a Dario y Maxi, me marcó mucho ese acontecimiento. Toda la vida me gustó dibujar sobre las cosas que me interesaban, de chica dibujaba de comics, videojuegos, música… Eso se fue trasladando a todos los intereses a lo largo de mi vida y así continúa. Y la política no fue la excepción. Primero necesité dar mi opinión a través del arte, después se volvió una necesidad y finalmente un compromiso. Todo en concordancia con mi conocimiento y posicionamiento creciente al respecto. Y también sentí que no se hacía tanto arte de protesta durante esos años, y que era el lugar desde el cual yo podía llegar a aportar mi granito de arena como herramienta.
M: Podemos ver que escribís, dibujás, diseñás, ¿hay algún tipo de expresión que te represente más que el resto, donde vos digas “acá estoy completamente”?
V: No diría que escribo, no sé hacerlo. Me gustaría instruirme un poco más en algún momento. Lo que sí tengo es una necesidad de comunicarme constantemente, en el sentido de expulsar todo lo que tengo adentro y que no se estanque en mí. Y definitivamente se me vienen a la cabeza imágenes antes que palabras, así que me comunico, de una manera completa, a través del dibujo. El diseño me apasiona, pero lo conecto más con un plano “profesional”. En el dibujo, solo con el motivo de expresarme y como decía antes, sin limitarme con el tiempo, soy 100% yo.
M: Solemos decir “un libro de poesía”, y tomar como sinónimo la poesía escrita con la otra, la poesía del mundo, la que ven los ojos que no andan buscando algo, esa de la que brota la música, la pintura, los dibujos, ¿qué es para vos la poesía?
V: Pienso que la poesía es parte de la vida cotidiana, inevitablemente, en tanto lo cotidiano es inherente a nuestra vida y a todo acontecer que en ella ocurra, y se transforma en situaciones que nos conectan con nuestro yo interior y, por qué no, con nuestro yo poético. Desde ese punto creo que cualquier cosa, dependiendo de la persona, de sus experiencias y sentimientos, de su asociación libre, puede ser considerada poesía. Y eso, cuando se impulsa la magia necesaria para combinar sensibilidad, observación y comunicación, se puede plasmar de muchas otras maneras además de la escritura. Pero me arriesgaría a decir que ya es poesía desde el momento que la sentimos como tal. Con todo respeto a los poetas, me gusta mucho ver cuando alguien por ejemplo muestra una foto del guiso que le hizo su abuela y dice “miren este poema”. Y sí, es gracioso nombrarlo de esa manera. Pero por otro lado, está cargado de belleza poética, de conexiones, de amor y de fijar un recuerdo, que a su vez va a tener otras características más adelante o se puede convertir en nostalgia y tristeza cuando era felicidad plena, con algo tan simple. ¿Qué más poético que eso?
M: ¿Qué significa el otro en tu vida? ¿Y qué papel tiene en tu arte?
V: Pienso en “el otro” como aquel que no encaja en la sociedad, como De Beauvoir, que creía que el otro es una minoría, particularmente las mujeres (lo ampliaría hoy a toda la diversidad) o Edward Said, que consideraba “otro” a los pueblos colonizados, por ejemplo. También me gusta la idea sartreana de que “El infierno son los otros” en cuanto al otro como prójimo que nos modifica, limita, o con el que, más tarde, en su misma revisión, podemos tener una relación positiva y proactiva. O como decía también Lacan, el otro como sujeto y también como tejido social y cultural. Pero, particularmente, en mi obra tomo a los primeros, el sujeto de mi obra es el que “quedó afuera del molde oficial”.
M: Leí alguna vez que los seres humanos aspiran a convertirse en seres humanos, ¿En qué momento creés que sucede esa transformación?
V: Estoy en desacuerdo. Yo no tomaría al ser humano como fin, porque siempre está por realizarse. El ser humano, desde que está en el mundo, es responsable de todo lo que hace y cada decisión lo va a transformar a sí mismo y se van a generar otras transformaciones colectivas, condicionadas por el tejido social, cultural e histórico. Diría que esa transformación (y es, de hecho, lo que sucede), no tiene fin nunca, es constante e imparable hasta donde sabemos. Creerla como un fin al que buscar convertirse me parece tan complejo como intentar definir al ser humano de una manera absoluta.
M: ¿Qué admirás en un artista, o en una persona?
V: Lo mismo en los dos casos. Por un lado la coherencia, yo separo muchísimo la obra del artista. Pero cuando el artista tiene una obra, una posición ideológica (que no tiene nada que ver con lo partidario), una sensibilidad propia y social y todo está relacionado de alguna forma, me llama muchísimo la atención. Y también los artistas y las personas muy curiosas que no dejan de buscar, de experimentar. Me encanta la gente inquieta.
M: ¿Necesitás crear siempre en el mismo lugar, o cualquier espacio puede ser tu lugar de trabajo?
V: Es algo que vengo pensando mucho últimamente. La realidad es que siempre creo en el mismo lugar, en mi casa. Pueden surgir estímulos o bajadas de ideas en cualquier lado y en cualquier momento, pero en definitiva mi casa es el lugar en donde termino dándoles forma y sentido. Aunque creo que justamente puede ser muy interesante empezar a salir de esa zona de comodidad y experimentar cómo me estimulan otros lugares, salir a buscar inspiración en lo distinto, en lo no habitual. Me gusta la escena del artista creando aislado en el medio de la nada, sin limitaciones ni distracciones, por ejemplo. La zona de confort es muy linda, pero no crece nada ahí.
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