Por Martin B. Campos (@martinb.campos), Editor Adjunto de La Sociocultural.

Sobre la trama
Kiara está a punto de irse del hospital, su jornada de domingo ha terminado. Mira por la ventana los rascacielos de Nueva York y siente la amarga angustia de los sueños no cumplidos: quería ser artista. Pero está ahí, en un trabajo cómodo, bajo el ala autoritaria de su novio, sintiendo que ya no queda mucho tiempo para ver cumplir lo que podría ser. Entonces unos gritos la reclaman, han ingresado a una señora accidentada: choque automovilístico. Le piden a Kiara que se quede y que vaya al quirófano. La señora no está en peligro y a Kiara le sorprende el tatuaje pequeño que lleva en el antebrazo derecho: una silueta de un país que de algún lugar le suena. Eslovenia. Y unas iniciales: N&N.
Kiara se queda a cuidarla y algo en la voz de la mujer se siente íntimo, ella la quiere cerca, quiere que sea su confidente. Pasan los días y ella, Stella, le empieza a contar a Kiara toda su historia: Stella era coleccionista, vivía en Eslovenia, y perdió a sus dos hijos. Uno murió después de casarse, y la otra, en apariencia, la noche en que nació. Le dijeron que había muerto pero Stella nunca lo creyó. Estar cerca de Stella conforta a Kiara, es la prueba viva de sus sueños, y le gustaría una oportunidad para probarse como artista. Entonces Stella, una vez recuperada, le pide que vaya a su casa, y le encomienda una misión que ella ya no puede cumplir: buscar por última vez a su hija perdida.
Kiara está ahí, enfrentando una decisión demasiado grande, algo que contrasta demasiado con el resto de su vida: ir a Eslovenia, perder el trabajo y quizá a Albert, que le acaba de proponer compromiso; o quedarse y conservar el noviazgo y el trabajo de enfermera.
Stella es, en apariencia, una gran coleccionista de arte, una mujer hacendada y poderosa, la viva imagen del éxito profesional. Pero de cerca nos enteramos de que no es una mujer feliz, que una angustia le carcomió mucho más de la mitad de sus años. Lo vemos en sus frenéticos cambios de actitud, en sus altibajos temperamentales. Quizá encuentra en Karen una última esperanza, alguien que podría comprenderla y ayudarla. Y así es como ambas se apoyan mutuamente.
En Eslovenia, Kiara conoce a Paul, un guía turístico que pone a prueba la decadente relación con Albert, la ayuda en su búsqueda y la alienta en sus deseos artísticos.
Sobre la técnica
Un prejuicio muy difundido en la literatura consiste en intentar transmitir el misterio a través de tramas confusas y personajes poco claros. La realidad es casi contraria, el misterio se genera a través de la claridad, una claridad que genera expectativas y no insiste demasiado. En ese sentido, el libro de Natalia es sólido, los personajes tienen funciones y metas claras y el esquema de Kiara sigue al pie de la letra el viaje del héroe. El lenguaje es claro y cada tanto uno se encuentra con verdades comprimidas en la extensión de un aforismo: La idea de lo desconocido que irrumpe: “Mi humilde imaginación no pudo reconstruir lo que habría detrás de aquellas puertas.” Una reflexión sobre el criterio secreto de la memoria: “Como suceden algunos hechos en la vida, pasan sin que podamos comprenderlos en el momento.” Una descripción sobre los inicios de una pareja: “Al decir esto me di cuenta de que ya teníamos una pequeña historia en común y esperé que siguiera creciendo.”
Los personajes femeninos están muy bien construidos. Tanto la protagonista como Stella muestran sus dudas y sus angustias en acciones; sus reacciones están justificadas por su historia y sus decisiones se ven justificadas por el pasado y proyectadas a futuro. Además, la protagonista suele hacer comentarios muy finos acerca de las actitudes de la gente que la rodea.
En cuanto a los personajes masculinos, a veces rozan lo estereotipado, especialmente en el caso de Albert, que puede definirse perfectamente como el médico materialista y controlador. Algo parecido, aunque más atenuado, sucede con el padre de Kiara y con Paul, aunque la historia del último y el secreto que oculta por miedo es más cercano a la realidad.
En cuanto a la atmósfera de la historia, la autora sabe transmitir sin excesivas descripciones el paso de la ciudad a un país donde los espacios son más amplios. Eslovenia se percibe a través de la actitud de los personajes, una tranquilidad, un lugar para desplazarse.
La narrativa de Natalia tiene muchas fortalezas: no se pierde en descripciones innecesarias, sigue de cerca el progreso de los personajes y el arco de transformación de Kiara. Los motivos de los personajes están bien justificados aunque a veces la narradora emite juicios que la historia ya sugiere y, por eso, sobran.
Cuando Kiara regresa a Nueva York, uno podría pensar que la historia ya está por terminar. Sin embargo, los giros que toma y el nuevo suspenso, lejos de aburrir al lector, lo interesan, al punto de querer saber si todo valió la pena o si Kiara se va a quedar con las manos vacías.
El tema
Toda novela es un proceso de descubrimiento. Esta no es la excepción. No se trata de simples relaciones humanas, sino del enfrentamiento de un personaje a decisiones capaces de transformarla. Kiara enfrenta muchas dificultades. Entre ellas, el hecho de que su novio le proponga compromiso justo después de que Stella le pida que vaya a Eslovenia. También se enfrenta a los deseos de sus padres, y a la pérdida de un trabajo seguro. Una vez que toma la decisión, se choca con la responsabilidad de ayudar a Stella a redimir su pasado, de cerrar una herida de cincuenta años, de morir en paz. A su vez, Paul la enfrenta a la posibilidad de un vínculo nuevo, distinto a lo que ella conocía. Probablemente el tema principal de la novela sea la identidad. Lo interesante es cómo una mujer mayor, Stella, y una joven, Karen, funcionan como herramientas, como el yunque y el martillo, la una para la otra, para así descubrir su origen. Lo que para Stella significa el cierre de una larga esperanza, para Kiara simboliza un inicio, una nueva libertad.
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