Por Quinny Martínez, periodista y editora de Plataforma Cero.

“Con mi obra solo pretendo agradecer y honrar a todas las mujeres de mi familia, a las de mi entorno cercano, y a las del barrio; que de una manera u otra forma han ayudado a forjar a la mujer que soy hoy”.
La Flor del Tamarindo
Es de vital importancia defender lo que somos y mostrarnos orgullosas de lo que representamos. Y si hay alguien que sabe de eso, es Elizabeth Montero Santa, ilustradora dominicana, conocida como La Flor del Tamarindo; una mujer que ha ido forjando su carrera en el mundo del arte con tesón, y que migró a España hace más de veinte años cuando, siendo apenas una adolescente, su familia tomó ese rumbo. Con su experiencia ha sabido evadir la tentación del consumismo en el que está sumida la sociedad actual, y los peligros que ponen en riesgo el espíritu de una obra como la suya: plagada de encantos femeninos alejados de los estereotipos prejuiciosos de la blanquitud. Para ella, la ancestralidad es un motor fundamental que le ayuda a resistir los embates de la distancia.
Elizabeth M. Santa: Guardo con amor el recuerdo de mi abuela Emiliana pasando su mano por mi cabeza, o cuando de pequeña me peinaba.
Como señala Peter Burke, las imágenes “tienen por objeto comunicar (…) pero son irremediablemente mudas”. Y ese mutismo ha sido cómplice durante mucho tiempo de la manera ignominiosa en la que somos leídas las mujeres negras en la sociedad, ocasionando conflictos en la construcción de nuestra imagen.
La identidad compromete el fuero interno y externo de los individuos, convirtiendo cada cuerpo en territorio sagrado. En esta línea, las identidades de las mujeres negras se multiplican, re-convierten y resignifican en medio de la intersección de las múltiples violencias a las que nos vemos sometidas a diario. Por este motivo, la imagen no deja de ser importante; al contrario: cada vez habla más por nosotras. Transformamos el silencio en un aliado necesario; ya no estamos obligadas a rendirle pleitesía. A veces, sencillamente, lo escogemos como parte de una estrategia que no responde al miedo sino a una resolución de amor propio.
Elizabeth M. Santa: No negaré que me he encontrado con prejuicios por la forma tan caribeña, natural y libre con la que represento a la mujer negra, pero cada vez que mi obra se expone, la respuesta es positiva. He tenido alguna que otra experiencia negativa, pero con el tiempo entendí que la persona que me abordó estaba poniendo sobre la mesa sus prejuicios y su mirada europea sobre los cuerpos de la mujer afrocaribeña libre. Una mujer que se muestra tal y como es: bella, voluptuosa, orgullosa de sus curvas isleñas, negra y contundentemente libre.

Desde el nombre, hasta el más mínimo trazo impreso en el trabajo de La Flor del Tamarindo, se refleja su sello identitario: el de lo próximo como herramienta de resistencia que desde la imbricación de lo cultural, amalgamado con el ecosistema de su Caribe, subyacen al duelo migratorio para poner el foco en la originalidad, el color y la belleza de las mujeres a las que ilustra.
Elizabeth M. Santa: El tamarindo es para mi muy representativo, es uno de los primeros árboles de los que tengo un recuerdo bonito y profundo. Vuelven a mí los días de la infancia en los que jugaba con agua bajo la sombra de un enorme árbol de tamarindo. La flor del tamarindo se convirtió en mi opción definitiva cuando me encontré con un pequeño libro con el mismo nombre; lo tomé como la señal definitiva.
En la obra de La Flor del Tamarindo, el color lo es todo. Cada pieza revela una enseñanza iridiscente anclada a las pupilas y deja una sensación de gozo ineludible:
Elizabeth M. Santa:El color es fundamental para mí porque así es como siento la alegría y la fuerza de mi querida Quisqueya. Es Caribe, familia, sabor y ritmo. Representar a mujeres negras, afrodescendientes y racializadas es super natural porque siempre busco ilustrar el entorno en el que he tenido la dicha de nacer y crecer, rodeada de mujeres fuertes, luchadoras y maravillosas: mis referentes. Las mujeres de mi familia, a las que dibujo, representan un lugar seguro del cual sacar fuerza para seguir en pie. Ellas son mis referentes, son ancestras.
Parece contradictorio en el caso de una artista pública, pero a veces los lugares más seguros están dentro de una misma y en la preservación de nuestra imagen, unas veces por timidez, y otras para conservar la intimidad y el autocuidado.
Elizabeth M. Santa: Creo que aunque mis ilustraciones reflejan inevitablemente y hasta cierto punto mi identidad, por experiencias personales, me gusta mantener un perfil privado. Comparto lo justo y necesario.
Está claro que contar desde el arte, como lo hace ella, es una manera de sostener en el tiempo la semblanza de lo que nunca dejaremos de ser: mujeres negras orgullosas de nuestra raza.
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